¿Qué es lo que se puede llegar a sentir cuando estás a 3 metros sobre el cielo? Esa pregunta se la hacia constantemente Emily. ¿Te puedes sentir ligera, feliz o notar las típicas mariposas en el estómago? No sabía, pero desde que leyó aquel libro de Federico Moccia su cabeza no paraba de dar vueltas, una y otra vez. En sí su historia era más bien sacada de un libro o de esas telenovelas que salen siempre en la televisión después de comer. Primero vivió un amor de cuento de hadas, se prometieron un siempre y lamentablemente ese siempre se convirtió en un ‘’hasta nunca’’ se despidió de él, le dolió, como a todo el mundo, le regalas tu corazón a alguien pero cuando menos lo espera lo rompe en miles de pedazos, noche sin dormir, sin comer hasta que llega otro como cura del anterior y ocurre lo mismo, como si fuera un carrusel que nunca tiene fin. Pero el ser humano tan estúpido como siempre no puede vivir sin alguien a su lado, necesita a alguien que le diga lo perfecto que es, lo que vale para su vida, para que le haga sentir bien. Y como siempre Emily estaba en la cola de ese rebaño esperando el amor de su vida, aquel que en una noche especial, bajo las estrellas se arrodille y le pida ser su mujer, que le prometa fidelidad y que siempre será el creador de su sonrisa, que le prometa un siempre de verdad.
En una noche bajo las estrellas, sentada en un banco de aquel parque donde sus recuerdos vuelan como pájaro en libertad se encontraba Emily con guitarra en mano tocando una de sus canciones favoritas aquella que nunca salió de su cabeza You’re beautiful de James Blue, porque quien iba a decir que cuando pasaran unos años ella sería la que tocara a los enamorados que pasaban por aquel parque. En aquel parque donde empezaría su juego del ‘’te necesito a mi lado’’.
‘’Cada vez que estés mal, te sientas sola, me necesites escríbeme te necesito a mi lado y yo dejare todo lo que este haciendo para ir junto a ti aunque este a miles de kilómetros de ti’’ Y sin darse cuenta recorrían por su cara miles de lágrimas.
-Me prometí que no iba a llorar más por ti, no puedo llorar. No te necesito a mi lado ya tengo a Mickel, le amo le amo lo sé- Se susurraba Emily mientras se limpiaba las lágrimas. –Quiero que te vayas de mi cabeza vete Simón, vete.
En otro lado de la ciudad, sentado en su ordenador tecleando sin parar se encontraba un chico con la mirada fija a la pantalla, a su alrededor miles de fotos, paisajes, ciudades , enamorados, el mar y sus inmensa densidad, bonitas, tristes, románticas de todo tipo y todas pegadas en la pared excepto una, una chica, sonriendo, en su mirada se puede ver la felicidad, seguramente se puede estar sintiendo a 3 metros sobre del cielo o incluso a más abraza fuertemente a un chico con otra sonrisa y de las grandes, sus ojos hipnotizantes hacen que la foto te atrape, su felicidad, el cariño que emprende la foto inunda el marco en el que se encuentra, un marco de madera y en una esquina de ese marco se puede observar un pequeño posit ‘’Te necesito a mi lado’’. El chico dejó de escribir, se restregó un poco los ojos del cansancio y cerró el ordenador. Sus ojos verdes se giraron a la pared observando todas las fotos con una sonrisa, un perfecto trabajo quien iba a decir que su verdadera pasión sería la fotografía. Luego se giró al marco y su expresión cambió, sus manos pasaron delicadamente por la cara de la chica y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Te encontraré mi querida Pelirroja…Sé que estoy cerca de ti.
El destino jugó, se divirtió pero como siempre pasa nunca hay un fin en este carrusel. Amores desamores nunca acaban, es tirar el dado y ver lo que te toca, avanzas casilla y el más ingenioso, rápido y delicado gana. ¿El qué? No se sabe bien pero gana.
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