¿Alguna vez te ha entrado esa extraña sensación que se apodera de ti en los momentos más importantes? Esa sensación de miedo y temor que te paraliza y te hace perder tantas oportunidades, que te hace enloquecer o incluso hundirte.
Miles de sentimientos, sensaciones, pensamientos, recuerdos y anécdotas pasaron rápido por su cabeza. Ganas de gritar, correr o incluso volar hacia ella y una vez dispuesto ha hacerlo esa sensación tan asquerosa se apoderó de él totalmente. Paralizado la miraba, sin saber que hacer, callado y en su cámara grabó su imagen para no olvidarla.
Sentado en una pequeña silla azul de su habitación se encontraba Simón mirando las fotos que tenía posadas en la mesa, comparándolas y observando detalladamente cada una de sus diferencias. La primera foto, aquella que tenía en un pequeño marco puesto en la pared de su habitación, se encontraba ella abrazado a él, con una de sus grandes sonrisas y su larga melena. La segunda foto fue la que capturó en minutos, estaba ella seria, más alta y delgada, había cambiado. Su melena pelirroja era más corta, pero seguía teniendo aquellos ojos de color miel, tan grandes e hipnotizantes que le volvían loco y que por culpa de su miedo no puedo volver a verlos de cerca. Le echó otra mirada y guardó las dos fotos en un cajón, callado sin pensar, solo con un objetivo: volver a verla.
A tres calles más abajo, sentada en la parada del autobús estaba Emily escuchando música con sus cascos, aislada del mundo. Miles de coches pasaban y por un momento le vio, aquella moto roja. Abrió rápido los ojos y se levantó pensando que era él, un fuerte sentimiento le apretó el corazón, por un lado quería que fuese él, tanto tiempo en su cabeza intentándolo olvidar; quería verlo. Se acercó un poco más a la carretera, sus piernas le temblaban, se quitó las gafas mientras que la música seguía sonando pero un fuerte golpe en su pecho se llevó, su ilusión se rompió enseguida cuando vio que no era él, una simple moto. Por alguna razón se desilusiono, agachó la mirada y se dio la vuelta.
-Eres idiota… Han pasado años y todavía sigues esperándole, madura.- Se decía así misma en voz baja, apretando los puños.
-¡Emily!- Una voz dulce le gritó por detrás. Emily se giró y sonrió, era Mickel, se acercó a ella y la besó. En ese instante toda la desilusión se desvaneció, todo se había ido, olvidado con un beso suyo. Se agarraron de la mano y sentaron en la parada, sonriendo.
En esa misma calle a metros de ellos, apoyado en un árbol estaba Steven aquel empresario que conoció en la tienda de música, llevaba tiempo observándola, desde aquel día que se chocaron no se la sacó de la cabeza. No se atrevía acercarse, tenía miedo por así decirlo. Siempre se escondía entre sus gafas y aparentando ser un tipo duro pero con ella todo cambiaba, últimamente quedaban mucho por motivos de trabajo pero poco a poco su sonrisa podía con él. ‘’Es imposible’’ pensaba, por eso siempre se mantenía al margen pero lo imposible en este mundo no existe, siempre hay un camino que hace que lo imposible se convierta en posible, lo único que hay que hacer es esperar y luchar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario