sábado, 27 de octubre de 2012

Shh.-

Antes que te vayas vas contemplar .. 
he hecho algunos cambios, te sorprenderán. 
Ya no hay confusión 
y aquel rencor duerme ahora en un desván. 
Dime .. 

Lo has visto, no hay nada de lo que tanto odiabas .. 
lo he cambiado todo de lugar. 
Espera, aguarda, nunca valoras nada .. 
tus mudanzas aun no pueden empezar. 

He tirado bolsas llenas de ansiedad 
y aquellos defectos que uno guarda por guardar. 
Ya no sé quien soy .. 
tan sólo sé que hay más luz de lo habitual. 
Mira .. 

No lo hagas, no lo hagas, ¿por qué me das la espalda? .. 
lo he cambiado todo de lugar. 
Mil gracias, de nada, fue mi última bobada .. 
qué adolescente, tú ahora buscas novedad.




martes, 23 de octubre de 2012

¿Y tú qué?

Y es que Peter Pan nunca quiso crecer. Nunca quiso tomar esas decisiones que se deben tomar cuando ya llegas a una edad. 
Nunca quiso tener preocupaciones. Esas preocupaciones por los demás.
Nunca quiso tener un trabajo y formar esa familia que todo el mundo quiso formar.
Nunca quiso ser esclavo. Esclavo de las miles de normas de la sociedad.
Nunca quiso saber conducir, poder ir a mil por hora en tierra.
Él lo único que quería era ser niño.
Ser siempre feliz. Sin preocupaciones, sin normas. Sin tristeza.
Solo quería preocuparse por que hacer en ese mismo momento, sin preocuparse del futuro. Del qué haré después. Del qué quiero ser. 
Solo quería diversión.Que su única alegría fuese un nuevo juguete. 
Solo quería volar a mil por hora por el cielo, sentirse alto sin que los demás le pisaran.
Sentir que el mundo estaba a sus pies y no él a los pies del mundo.
Sentirse libre para siempre.




23.#Me acordé de ti

En la base secreta donde se encuentran todos los sueños.

No se podía creer lo que había pasado exactamente. Ya se lo había dicho, ya le había perdido para siempre. Pero... tarde o temprano le perdería ¿no?
El pitido del móvil no paraba de sonar.Miles de llamadas perdidas, miles de mensajes y ninguno de él. Emily tirada en la cama mirando de lejos al móvil sin realizar ningún movimiento hacia él. Los segundos pasaban hasta convertirse en minutos y sin querer moverse de allí, pensando. Pensando que qué hubiera pasado si no se lo hubiera dicho, si no se lo hubiera encontrado. ¿Sería feliz? Era feliz con Mickel o eso creía pero ¿cuántos días habían pasado sin hablar con él? ¿Tres o dos? Ni una sola llamada ni un solo mensaje. Suponía que esa lucecita de el móvil serían de él, pero no quería hablar con nadie. Todo se le venía encima.
¿Por qué hay que tomar tantas decisiones en la vida?
Y al  fin la lucecita del móvil paró de alumbrar, pero ahora el sonidito provenía del teléfono fijo.
- Asco de aparatos- Refunfuñaba Emily mientras se levantaba para cogerlo. Arrastrando los pies por el suelo se iba acercando sin prisas al teléfono.
- Si dígame. - Dijo al cogerlo.
- ¿Emily? ¿Estás viva? - Decía con un tono preocupado la voz del otro lado.
- ¿Quién es?
- Soy yo, Steven.
- Ah, perdona no te reconocía.
- No importa. ¿Por qué no cogías el móvil? Te he estado llamando todo el rato y al final me he preocupado al ver que no lo cogías.
- Anda que eras tú. Estaba duchándome así que no lo cogí. Lo siento -Miente.
-No importa...Al final vendrás ¿no?
- ¿Iré? ¿A dónde? -Le respondió Emily un poco perdida.
- Pues a nuestra cita- Pensó.
-A nuestra reunión para hablar de lo del contrato.
- ¡Ah sí! Vale ya me acuerdo- Su tono de voz se elevó, entusiasmada. Por fin encontraría trabaja y en algo que de verdad le gustaba. 
- Ay como estás.. y eso que es de tu futuro. 
- Las cosas que se van. 
- Bueno pues dentro de 15 minutos te quiero allí ¿Ok?
-¿Tan pronto?
- Así es la vida de los adultos. Siempre con prisas. Adiós Emily.- Y antes de que le respondiera colgó el teléfono. 
Tiró el teléfono al sofá y enseguida suspiró. Prisas y más prisas. No aguantaba tener el tiempo tan justo para todo, necesitaba libertad. Necesitaba ''volar'' 
Volvió a resoplar y caminó hasta su habitación más animada de lo que salió de ella. En su mente por ese instante había desaparecido Simón y cualquier problema que producía comida de cabeza. 
Se  peino por encima su melena pelirroja y se retoco los labios con un suave brillo de color carmín. Se puso esas zapatillas de la buena suerte color azul, las cuales siempre se ponía para algo importante y por último una camiseta cualquiera que pegará con el resto. Tan Sencilla, tan informal, tan Emily. 
Después de estar lista, cogió su bonobus y salió de casa, dirección: a por sus sueños, ya que alguna vez tendría que ir a por ellos superando cada bache del camino y descubriendo quiénes eran esos baches.



lunes, 15 de octubre de 2012

¿Dónde estás? Te echo de menos.


Sentada en el borde de la cama, recordando esos días, recapacitando, admitiendo que...

Echo de menos tu figura sentada a mi lado.
Echo de menos la suavidad de tu piel.
Echo de menos hablar a las tantas de la noche y que al final te quedes dormido. Porque mi voz te relaja.
Echo de menos como me tocabas. Tan delicadamente, como si me fuera a romper.
Echo de menos tus bromas, esas que me hacías solo para verme enfadar. Porque te gustaba ver mi cara arrugada. 
Echo de menos tus labios y no solamente por como besas sino por tus te quiero.
Echo de menos vernos todos los días, aunque solo sea para eso, para vernos.
Echo de menos estar contigo, aunque no hagamos nada nuevo.
Echo de menos tus abrazos, esos con los que me siento protegida.
Echo de menos cuando  me rodeabas con tus brazos para besarme.
Echo de menos cuando te tumbabas sobre mi regazo mientras te acariciaba el pelo.
Echo de menos ese juego de  miradas que teníamos.
Echo de menos cuando me perseguías corriendo por la playa con un erizo en la mano.
Echo de menos esas situaciones en las que nos cogíamos de la mano debajo de la mesa para que nadie lo viera.
Echo de menos los susurros en mi oído.
Echo de menos los besos que me robabas de manera inesperada. 
Echo de menos tu mano en mi cintura. Tu mirada en mi mirada. 
Echo de menos tu voz pronunciando mi nombre.
Echo de menos tantas cosas... pero lo puedo resumir en una.
Te echo de menos.




domingo, 14 de octubre de 2012

22.#Me acordé de ti.


Dejémonos llevar. Llevar por el viento.

-¿Enserio piensas que ella ha podido leer lo que le mandaste?
- Claro, se lo dejé en su buzón y está muy claro que se lo mandé yo. Lo escribí a mano.
- Pero no sé... Mira que estas cosas no suelen ir muy bien.
- ¿Acaso tú sabes algo de romanticismo?
- Oye, que aunque aparente que no me gusta pillarme por alguien, he tenido a alguien.
- ¿A alguien?
- Sí, esa persona que todo el mundo tiene, tuvo o tendrá. Que le das todo, que es tu todo. 
- ¿Enserio?
- Sí.
- ¿Y cuál era su nombre?
- Aaah, secreto.
- ¿Secreto? Somos como hermanos, por dios. Además eso forma parte de tu pasado ¿no?
- Puede...
- Entonces, suéltalo.
-Que no, que no insistas.
- ¿Por qué?
- Porque bueno... tengo la esperanza de encontrarme con ella alguna vez por el camino. Así que mejor no decirlo por si se desvía.
-¿Desviarse por otro camino?
- Desviarse de mi camino y que no me encuentre al final del recorrido. 
- Vaya… Al parecer todo el mundo tiene su corazoncito. 
- Si bueno... pero algunos más escondidos que otros.


Las gotas de lluvia ese día caían como nunca. Como si las estrellas del cielo lloraran por querer salir más brillantes que nunca.  Mientras tanto la gente corría por refugiarse de esas lágrimas, y algunos solamente por huir.

- Que si, que lo he firmado todo. Tranquilízate. - Decía un chico  hablando por el móvil, situado debajo de un pequeño toldo de una cafetería.
- Por dios, que no me han timado. Que pares, que todo el contrato está bien. Ya verás como en unos meses me ves encima de un escenario. - Soltó una sonrisa, imaginándose un gran futuro. Ese futuro que siempre quiso y el cual no paró hasta conseguirlo.
- Bueno tío que cuelgo, que ya he localizado un taxi. Adiós.- Colgó el teléfono, levantando la mano para llamar al coche.
El coche se paró y cuando se disponía a entrar, una joven se subió a él. El chico se quedó un poco perplejo mirando a la joven que estaba toda empapada.
- Chica perdona, pero este es mi taxi.
- No que va. - Le dijo ella con un tono despreocupada. 
- Em si, lo he llamado yo.
- ¿Acaso esto lleva nombre?
- No pero lo he llamado yo.
- Pues gracias por llamarlo. Así que si no le importa señor cierre la puerta, que tengo prisa. Y están empezando a entrar las gotas de lluvia.
- Eh eh eh. Para el carro chica. ¿Señor? ¿Me estás llamando viejo o qué?
- Yo solo digo que.
- A ver. No me importa a quien llevar pero decídanse pronto u os quedáis los dos en tierra.- Interrumpió el conductor con un tono de riña. Se podía ver que era un hombre mayor, que ya para los pocos años que le quedaban para la jubilación no aguantaría una riña tonta sobre quién entraría en el taxi.
Los dos jóvenes se miraron y al final decidieron compartir el taxi. 
-Bien así me gusta. Ahora díganme ha donde llevarlos. – Preguntó el hombre mirándolos por el espejo.
- Yo necesito ir al centro. A la calle del ayuntamiento. –Dijo la chica colocándose el pelo. 
 El chico no la paraba de mirar, era tan… Tonta. Aunque no la conociera de nada, se podía ver que era una de esas chicas malcriadas, que siempre estaba su papá dándole todo lo que quería.
-¿Y tú? Chaval que te estoy hablando. Sal de las nubes.
-Ah si, perdona. Déjeme donde ella, no importa.
- Está bien.- El taxista arrancó y se introdujo en el gran atasco de la carretera. Producido por la lluvia.
Los minutos pasaban y el silencio inundaba el taxi, cada uno mirando por una ventanilla, cada uno fijándose en el otro. 
Él giraba la mirada, su objetivo era ella. Observando cada detalle de su rostro, cada movimiento de su rojiza boca. Había algo que le atraía. ¿El qué? No sabía, le atraía su belleza. Esos grandes ojos que iban retocados con una raya negra y esa melena que le llegaba por los hombros. Niña tonta. 
Ella se daba cuenta y soltaba una suave sonrisa. Apoyando la barbilla en su mano, giraba la vista hacia él cuando apartaba su mirada. Se le quedaba mirando como movía sus ojos marrones por toda la ventanilla, fingiendo mirar la calle. Su corta melena negra le hacia un aspecto revolucionario. Ese look de joven alocado la llamaba la atención. Viejo posesivo.
Y por otro lado el taxista los observaba a los dos de vez en cuando. Le hacia gracia, observaba el juego de miradas que tenían. Jóvenes eternamente enamorados. Flechazos que llevan a esas cosas. Recordando su juventud, recordando como conoció a la mujer de su vida, con la que lleva cuarenta años casado, con la que había vivido lo mejor de su vida y lo sigue haciendo. Días felices. 
Los minutos se convirtieron en horas y el taxi avanzaba lentamente por ese atasco. Mientras que poco a poco los dos jóvenes se iban conociendo, hablando con el conductor, hablando de sus sueños. Sin parar con ese juego de miradas. Ese rato hizo parar el tiempo, las prisas.
-¿Osea que acabas de firmar un contrato con una cadena de música?
- Así es, por fin después de tanto tiempo podré dedicarme a lo que más me gusta. Adiós papeleos.
- Eso está bien. Yo estoy estudiando. 
- ¿Ah si? ¿El qué? – Le miró atento el chico. 
-Biología marina.
- Vaya. El mar es grande. – La chica soltó una gran carcajada. Su comentario era demasiado patético y a la vez gracioso. 
- Si, es grande, hasta ahí todos hemos llegado. – El chico la miró y sonrió. 
-Bueno es que yo mucho del mar no sé. Nunca me ha llamado la atención. 
- ¿Ah no? El mar es otro mundo, es un paraíso. 
- Vaya… Si tú lo dices te tendré que creer.
- Pues claro. Es más, si quieres algún día te llevaré al mar y verás lo maravilloso que es.
- ¿Debajo del mar?
-Pues claro. ¿Si no cómo lo vas a ver?
- Mejor no eh. Yo te lo agradezco pero tantos bichos peligrosos sueltos… como que no.
- Que no hombre, estarás conmigo ¿qué vas a temer?
-A que me muerdas. – La chica se le quedó mirando con una sonrisa, que él correspondió. 
- No te morderé pero te prometo que te llevaré. – Extendió su mano hacia él con una sonrisa.
- ¿Es una cita? – Dijo el chico agarrando su mano como muestra de cerrar el acuerdo. 
- Llámalo como quieras. Es un día en el que una chica que acabas de conocer en un taxi te enseñará el océano. 
- Y en donde el chico que ella acaba de conocer la invitará a comer.  – Los dos se miraron y ella afirmó con la cabeza mientras soltaba lentamente su mano. 
- Pues genial. ¿Dónde quedaremos? – Prosiguió él.
- En donde hemos cogido el taxi. ¿Te parece bien?
- Perfecto. 
Unos minutos después el taxi se paró y los dos se bajaron pagando al hombre. Se despidieron con dos besos y se giraron. Alejándose el uno del otro.  
- Mierda. – Retrocedió rápidamente para  preguntarla la hora pero ella ya no estaba. 
El chico la buscaba sin descanso, mirando por todos los lados pero no la encontraba. Se rindió y se fue. 
Segundos después ella volvió para buscarle. Corriendo. No lo encontraba así que esperó debajo de un tejadito de un edificio. 
Los minutos pasaban y él no estaba. La lluvia caía más fuerte, ya no podía salir, tenía que esperar. Pasó un rato y una figura a lo lejos se iba acercando a ella, iba corriendo. 
Por alguna razón su corazón pegó un salto.  ¿Era él? 

- No me dijiste hora. 
-Te estaba esperando. 
- Te estaba buscando. - La chica sonrió.