A veces, en determinadas ocasiones me da por pensar que
hubiera pasado si nada de esto hubiera ocurrido. Si ese día no hubiera cruzado por aquel paso de
peatones, si a mi padre no le hubieran trasladado a aquella pequeña ciudad. Si
nunca le hubiera conocido. ¿Qué habría sido de mi, de él, de nosotros?
-Corre, corre más rápido- Decía Emily entre risas agarrando
a Simón de la mano.
-¡Pero espera! ¿A dónde vamos?
-Ya lo veras cuando lleguemos, solo corre antes de que nos
pille la lluvia. – Sus miradas se cruzaron y los dos sonrieron, corriendo los
dos por medio de la calle, esquivando personas, papeleras, perros… Sin soltarse
de la mano.
Llevaban minutos corriendo, Simón no sabía bien a donde le
llevaba solo la seguía. Su calida mano no le soltaba ni un segundo, por mucho
charco que hubiera en la acera, persona que se pusiera en medio Emily no le
soltaba y eso le gustaba. No paraban, cogían aire al instante pero seguían
corriendo él atrás o ella al lado pero siempre cogidos de la mano y riendo.
Parecían jóvenes, adolescentes de unos dieciséis años que huían de sus padres y
se iban en busca de su propia felicidad. Como en los viejos tiempos cuando solo
existían ellos dos y nadie más.
Simón no paraba de mirar su sonrisa, parecía contenta,
planeaba algo. Esa mirada de chica inocente pero a la vez con un toque de
picardía, le encantaba ¿ por qué la perdió? No se acuerda. Tantas cosas pasaron
desde entonces, tantas chicas pasaron por su cama y ninguna le daba la calidez
que ella le dio. Nadie.
De repente un tirón brusco para el lado derecho le hizo
reaccionar. Emily corría cada vez más despacio, estaba fatigada pero por su
rostro parecía que ya habían llegado, y así fue. Se pararon, los dos jadeando, cogieron
aire rápidamente. Emily le miró, estaba sonriendo y le volvió a ofrecer la
mano. Simón encantado la aceptó con una sonrisa y fueron caminando agarrados de
la mano hasta el determinado lugar pero antes de llegar Emily se paró.
-Mírame a los ojos- Le dijo seria poniéndose en frente de
él. Simón no sabía bien que pasaba pero la miró a los ojos igual de serio.
-Bien… y ahora dime una cosa.
- ¿El qué?
- Dime que me quieres.
La frase le llegó por sorpresa, no sabía que decir. Bueno,
si que lo sabía. ¿Quererla? Claro que la quería, muchísimo, infinito por así
decirlo pero ella tenía novio ¿no?
- Te quiero.
Emily sonrió al oirlo y continuó andando. Simón estaba un
poco perdido, no sabía a que venia eso. ¿Y ella? ¿ella le quería?
- ¿Y tú? ¿Tú me quieres?- Simón la paró tirando de ella y
esta vez el se puso delante.
-Emily, ¿tú me quieres o ya hay alguien que ha ocupado mi
lugar?
El tiempo se paró por completo, ellos dos uno enfrente del
otro, cara a cara y los dos sintiendo los mismo.
- Si..
-Emily… hay dos preguntas ahí. Si ¿a qué? ¿a qué me quieres
o a que ya hay alguien?
- A que te quiero...- Su voz estaba seca, tartamudeaba,
estaba nerviosa. ¡Había alguien claro que lo había! Mickel… su Mickel el chico
que la hizo también feliz.
- Mi pequeña Pelirroja…
Y antes que dijera nada la sorprendió con un beso. Uno de
esos besos dulces, demostrándola cuanto la echó de menos, cuanto se acordó de
ella. Los minutos se pararon, la gente se paralizó y el tráfico dejó de sonar y
Mickel salió de su cabeza. Solo estaban ellos dos, solo sus sentimientos, solo
Simón y Emily como en los viejos tiempos.
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